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De repente oí un golpe seco. Algo había caído en el tejado de abajo. Me asomé y era un pequeño polluelo, muy pequeño, ni siquiera tenía todavía todas las plumas. Hacía bastante calor ese día, y el sol ya había hecho que las tejas ardieran. El pobre pajarito se estaba abrasando.
La alternativa de verle morir no era una opción en sí, así que me subí al tejado y le cogí. Le di agua y a los 5 minutos ya parecía más tranquilo.
Decidimos llamarle Colón, por querer salir a descubrir el mundo, en su caso demasiado pronto. Ha pasado con nosotros unas semanas, en las cuales le han salido las plumas, ha aprendido a volar y ha cazado con éxito alguna que otra mosca y bichejos. Ha descubierto que le encanta posarse en el hombro (tiene complejo de loro) y picotear el pelo, y también que la pantalla del ordenador no se come y que en los espejos no aparece otro pájaro al que haya que picar.
Ya no podiamos hacer nada más por él, asi que esta mañana hemos puesto su cajita en la cornisa de la ventana y al poco rato se ha ido volando, hasta que le hemos perdido de vista.
Colón, te echaremos mucho de menos, disfruta de tu vida, algún día volveremos a vernos. :)